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Carlos Cruz-Diez: "Yo no me inspiro: reflexiono”

(01.12.2011)

Desde París, el Maestro Cruz-Diez comparte con la Revista Cavecol reflexiones e impresiones sobre su quehacer artístico. A sus 88 años, sigue trabajando con la intensidad de siempre: continúa (re)pensando el color, el espacio, el movimiento


Con más de 60 años de trabajo ininterrumpido, Carlos Cruz-Diez es considerado una de las más grandes figuras del arte contemporáneo mundial y el máximo exponente del arte cinético en Venezuela, al cual se adhirió cuando inició su carrera, a mediados de siglo XX, junto a Jesús Soto y Alejandro Otero.

Formado en la Escuela de Bellas Artes de Caracas, ha sido siempre un estudioso. Su labor artística es, a la vez, una labor investigativa y pedagógica. Crear, indagar y enseñar son partes de una misma experiencia para Cruz- Diez.
De ahí que haya combinado su trabajo creativo con la enseñanza en la Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas, el Instituto Internacional de Estudios Avanzados de Caracas y en la Escuela Superior de Bellas Artes y Técnicas Cinéticas de París.


Apasionado investigador del fenómeno cromático, la obra de este caraqueño ha demostrado —casi con el rigor de una obra científica— que, ante los ojos de un observador, el color no requiere de la forma ni del símbolo para transformar el espacio.El ímpetu de su concepción del color ha alcanzado también el espacio urbano, en el cual Cruz-Diez ha puesto especial interés al asumir, en particular, que el arte en la ciudad es capaz de “desautomatizar” la experiencia del ciudadano y de recomponer la relación del hombre con el espacio que habita o transita. Prueba de ello son la Cromointerferencia de color aditivo del pasillo central del aeropuerto internacional Simón Bolívar (1974-1978), la Ambientación Cromática de la sala de máquinas de la Central Hidroeléctrica del Guri (1977-1986), las Physichromie de la estación ferroviaria de Saint-Quentin en Yvelines (Francia, 1980) y del Parque Olímpico de Seúl (Corea, 1988), así como los Crosswalks of aditive color de Miami Beach (2010).

De trayectoria ampliamente reconocida, Cruz- Diez ha sido distinguido con el Premio Nacional de Artes Plásticas (1971), el Premio de la I Bienal Americana de Arte (Córdoba, Argentina), el Premio de la IX Bienal Internacional de Pintura (São Paulo, Brasil), entre otros galardones. Sus trabajos han sido expuestos en los museos más importantes del mundo (Museum of Modern Art, New York; Centres Georges Pompidou, París; Museo Nacional de Arte Reina Sofía, Madrid; Museo de Arte Moderno, México) y hoy pueden ser apreciados en exhibiciones permanentes abiertas al público en Nueva York, Londres, París, Houston y Colonia.

Así, con su prestigio a cuestas, en medio de una congestionada agenda y con toda humildad, el Maestro hace un alto para contestar con gentileza algunas preguntas a Cavecol.

Ciudad cinética


¿Cómo es que adquiere movimiento aquello que está aparentemente fijo en, por ejemplo, una de sus Fisicromías?
Haber llegado a estructurar un soporte que, siendo estático, tuviera posibilidades de generar un movimiento virtual, fue un largo proceso de profunda reflexión, de experimentos y también de fracasos.
En las Fisicromías, el color evoluciona porque al desplazarnos, la estructura laminada vertical provoca ocultamientos progresivos que modifican los porcentajes de color de las líneas y la entrada de luz al módulo.

¿Qué papel juega el espectador frente a su obra?
El espectador es el que completa la obra. Debe desplazarse frente a ella para experimentar el acontecimiento que se genera. Al detenerse, el acontecimiento también se detiene.

¿Qué lugar le asigna a lo experimentalista en su quehacer artístico? ¿Experimentar es una necesidad para usted?
La vida ya es un experimento. Todo artista es, en principio, un experimentador; la investigación es parte de la mecánica de la invención arte. Los poetas, escritores, músicos, los que hacen ballet o teatro, todos, experimentan hasta encontrar el resultado que imaginaron, y aun los que preconizan la espontaneidad y la improvisación son, también, experimentadores —sentencia.

Cuando se bordea el Monumento al Sol Naciente en Barquisimeto o se atraviesa un rayado peatonal de colores como los que usted ha hecho en Miami o Caracas la experiencia con la ciudad se resignifica. ¿Cuál es, a su juicio, la relación entre arte y ciudad?
Creo que la obra de arte concebida como espectáculo urbano, actuando en la ciudad, podría convertirse en el detonante que despierte las percepciones dormidas de los robotizados transeúntes.
Interviniendo algunos códigos represivos —explica con absoluta pedagogía— y transformándolos en situaciones de estímulo visual, tal vez sea posible despertar otras nociones que enriquezcan el patrimonio espiritual de los citadinos.

¿Qué significan Caracas y París en su vida?
París fue la ciudad que escogí parar vivir hace 51 años. Aquí he desarrollado la plataforma conceptual sobre el arte que había estructurado años antes en Caracas, lo cual no implica que haya olvidado mi ciudad natal.
Desde el año 1971, uno de mis talleres funciona en Caracas y efectúo visitas regularmente. Tengo doble nacionalidad: francesa y venezolana. Hablo francés al igual que toda mi familia, pero no hemos olvidado el español que hablamos con nuestro típico acento venezolano —afirma con orgullo caribeño.

¿Se imagina una ciudad cinética en el futuro? ¿O ésa es ya la ciudad del hoy?
Si nos referimos a la velocidad y al movimiento, las ciudades se volvieron cinéticas con la aparición del automóvil.
Lo que sí es necesario reconsiderar es el diseño urbano pensado para la gente. Hay que dotarlo de zonas verdes, lugares de reposo visual y sonoro, y parques con obras de arte situadas estratégicamente.

El artista, el color
 

¿De qué manera los premios recibidos interfieren en la vida del artista laureado? ¿Ser tan reconocido tiene consecuencias en el proceso creativo?
Los reconocimientos y la audiencia que pueda tener la obra son regocijantes para el artista, pero, al mismo tiempo, crean un compromiso y un rigor que hay que saber administrar.
Se corre el riesgo —advierte— de perder la fluidez y el desarrollo del discurso, toda vez que resulta fácil detenerse en el resultado que dio el éxito.
Todo estímulo debe considerarse como una anécdota del trayecto y no como un compromiso.

Ha expuesto en el Museo de Arte Moderno de Bogotá… ¿Cómo ha sido su experiencia en Colombia?
He expuesto dos veces en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, invitado por la querida y respetada Gloria Zea.
La primera fue en 1975, cuando el Museo estaba en un edificio redondo, que, si mal no recuerdo, abrigaba también al planetarium.
La segunda muestra tuvo lugar diez años más tarde, en 1985, en el nuevo y bello Museo actual.
Colombia es uno mis países predilectos, por su cultura —confiesa el Maestro—. Tengo muchos amigos allá y soy fanático de las bellas colombianas, que junto a las venezolanas acaparan buena parte de la belleza femenina del planeta.

Según su criterio, ¿cuál es el rol del artista en la sociedad del siglo XXI?
Cada generación establece sus verdades y nociones de belleza. Posiblemente, nosotros, como generación, seamos los últimos artistas concebidos dentro de los términos planteados hasta ahora.
No podría decir cómo serán los artistas del siglo XXI, pero estoy seguro de que no se parecerán a nosotros, de la misma forma que nosotros no nos parecimos a los artistas del siglo XIX.

Salir de Maiquetía es, ante todo, rodar una maleta sobre su obra de arte… ¿Cuál es su destino turístico predilecto en el mundo?
Los lugares adonde los amigos me invitan a exponer… Esto me da la oportunidad de ser recibido con afecto y adquirir información del lugar. La profesión me ha obligado a viajar mucho. Pensaba que de viejo permanecería en mi biblioteca leyendo tranquilamente, pero no ha sido así —apunta acaso con cierta añoranza.

¿Y en Venezuela?
Me fascina la geografía variada e inédita de mi país. Lamento no poder disfrutarla con la frecuencia que quisiera.

¿La experiencia cromática, un tanto exacta y calculable, de su obra tiene algo que ver con las variaciones cromáticas del paisaje venezolano? ¿Ha influido la tradición paisajística en su trabajo?
Mi trabajo es producto de una larga reflexión sobre el arte y la pintura. Especialmente sobre el color, un elemento fundamental de la pintura. Las vivencias puede que nos den características expresivas, pero no son racionales como es mi propuesta sensible y afectiva del color.
Siempre digo que yo no me inspiro: yo reflexiono.

Luego de tantos años en las artes plásticas, le preguntamos: ¿qué se pude lograr con el color?
Mis obras son una pequeña demostración de lo que se puede hacer con ese fenómeno misterioso y permanentemente inédito llamado color. Cada artista, a su vez, redescubre el color. Esto se evidencia cuando los niños menores de 10 años pintan… A esas edades están en la etapa del descubrimiento, tal como harán los artistas años más tarde en sus talleres.

Por último, una pregunta rara: ¿De qué color es el futuro?
Para algunos es de un marrón sospechoso, para otros es verde dólar… —concluye con un dejo de ironía.

Source : Cavecol - Ricardo Andrade

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