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Light Show en CorpArtes

(24.06.2016)

Es inevitable recordar y comparar prácticamente cualquier exhibición que se monte en el Centro de las Artes 660, más conocido popularmente como CorpArtes, sin recordar Obsesión Infinita de Yayoi Kusama. Y es que la artista japonesa marcó un antes y un después en lo que a muestras de arte se refiere, no sólo por la gran cantidad de visitas que tuvo –más de 160 mil personas–, sino que por la forma en la que las exposiciones y eventos culturales comenzaron a tratarse y comunicarse. El fenómeno de las selfies que se tomaban los visitantes dentro de las instalaciones fue abrumador: para sus siguientes exposiciones, el mismo CorpArtes comenzó a incentivar a que se tomasen selfies u otras fotografías y se compartieran en redes sociales bajo distintos hashtags (etiquetas), en una movida que otros centros, como el MAC, el MAVI y el CCPLM, comenzaron a imitar. Es, sin duda, una excelente estrategia, ya que permite que las mismas personas que acuden a las exhibiciones puedan promocionarlas a través de sus cuentas de Facebook, Twitter o Instagram. Y así, en otras instituciones se han montado instalaciones en el marco de algunas de sus exposiciones con el principal fin que, al parecer, puedan ser fotografiadas, como el toro dorado inflable de Cruces Líquidos o en la retrospectiva de Fernando Casasempere, ambas del Museo Nacional de Bellas Artes, uno de los pocos lugares en donde aún no está permitido tomar fotos.


Interior de la sala de Chromosaturation (1965/2016), de Carlos Cruz-Diez. Photo: Ante

Ahora, ¿por qué me refiero tanto al efecto Kusama? CorpArtes vuelve a seguir sus propios pasos con Light Show, muestra internacional itinerante enfocada en el uso de la luz, la que estará abierta al público en el Centro de las Artes 660 hasta el 11 de septiembre. Se trata de 17 obras, entre esculturas lumínicas e instalaciones, creadas desde 1960 a la actualidad por 15 artistas de renombre mundial, cuyo uso de la luz se encarga de alterar la percepción del espacio y la materialidad. Y tal como Obsesión Infinita, Light Show ya comienza a ser un éxito de público… y algo más.
Tal como con Yayoi Kusama, el recorrido por Light Show siempre es con un guía y en grupos. Esto tiene sus ventajas, ya que los guías pueden mediar y explicar las instalaciones a un público más masivo que puede no entenderlas de inmediato… pero tiene la gran desventaja que no puedes quedarte el tiempo que estimes conveniente donde lo estimes conveniente. Aunque, claro, si los guías no obligaran a los grupos a seguir avanzando, creo que la gran mayoría se quedaría pegado tomándose selfies dentro de la instalación Chromosaturation (1965/2016) del venezolano Carlos Cruz-Diez (1923). No obstante, el estar sujeto al tiempo y el espacio ajeno deja una sensación amarga cuando se quiere observar una muestra de arte.

Y eso nos lleva a otro punto: sólo se pueden fotografiar tres espacios al interior de la exhibición (al igual que en Obsesión Infinita) y uno a la entrada de ésta, que corresponden a las obras del mencionado Cruz-Diez, de Jim Campbell, Leo Villarreal y David Batchelor… aunque dentro del mismo recinto se haga mención al hashtag #LightShow y la cuenta en redes sociales de @corpartes para compartir las imágenes que se capturen dentro. Según uno de los guías, esto se debería a la protección de derechos de autor. A pesar de todo, esto puede resultar beneficioso ya que los visitantes no se desviven por registrarlo todo a la usanza del estereotipo del turista japonés y pueden experimentar la exhibición de mejor manera. Y quienes debemos seguir por compromiso en Instagram a personas que se toman veinte selfies al día lo agradecemos.
Ahora bien, gran parte de las obras realmente logran su cometido de alterar nuestra percepción de las salas en donde se encuentran. Es imposible no maravillarse con la distorsión de los muros creada sólo a partir de neones de colores ultrasaturados, como en Chromosaturation; o cómo el tiempo logra detenerse a través del uso de luz estroboscópica, creando esculturas de agua a partir de 27 fuentes en Model for a Timeless Garden (2011) del danés Olafur Eliasson (1967), a mi juicio el punto más alto de Light Show.

En Wedgework V (1974) del estadounidense James Turrell (1943), debemos ingresar a través de un oscuro pasillo hasta una sala y esperar que la ausencia de luz dilate nuestras pupilas y podamos contemplar la ilusión que en ella nos espera. La caseta Reality Show (Silver) (2010) del chileno Iván Navarro (quien estuvo en 2015 en CorpArtes) nos abre la puerta a un abismo infinito rodeado de nuestro propio reflejo pero en exhibición para quienes se encuentran fuera de ella. Cylinder II (2012) del estadounidense Leo Villarreal (1967) presenta 19.600 luces LED que forman un cilindro, cuyo patrón de encendido fluctúa con una complicada programación que hace que éste jamás se repita, proyectando distintas formas… las que no pueden ser apreciadas por completo dado que el tiempo de permanencia en cada sala es limitado.

Light Show llega a Chile traído por la Hayward Gallery de Londres en conjunto con Fundación CorpArtes, con curatoría de Cliff Lauson. De esta forma pone fin a su itinerancia por el mundo, siendo nuestro país el único lugar de América que visitará, después de abrir en 2013 con gran éxito en la misma Hayward Gallery de Londres y de haber pasado por la Auckland Art Gallery de Nueva Zelanda, el Museum of Contemporary Art de Australia, y la Sharjah Art Foundation de los Emiratos Árabes.
Recomiendo ir con tiempo, los tickets para ingresar deben solicitarse personalmente el mismo día, al menos 15 minutos antes de cada recorrido, dependiendo de la afluencia de público. El recorrido dura entre 45 minutos y una hora e incluye varias esperas. Y si deseas hacerlo con menos gente, es mejor ir en las mañanas de lunes a jueves. Las personas con sensibilidades a las fluctuaciones de luz y/o epilepsia es mejor que se abstengan de la sala con luz estroboscópica.
Light Show hace honor a su nombre: es un espectáculo, finalmente. Pero uno interesante, en el que ciencia, ilusión y arte se unen.

Source: Ante - Nico Narváez

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